Todo juego tiene un truco, una alimaña para terminar ganando y en el juego de la política, todos los líderes juegan con la intención de gobernar aunque sea en el último momento.
Todo juego tiene un truco, una alimaña para terminar ganando y en el juego de la política, todos los líderes juegan con la intención de gobernar aunque sea en el último momento.
Me suena a chufla esa exclamación en tono martirial de más de un sufrido ciudadano de este país en el que antes había gobierno, que cuando estábamos en esa circunstancia no hacía otra cosa que arremeter contra quienes nos dirigían y ahora hace rogativas para pedir que, por favor, cese de una vez esa situación insufrible de no tener gobierno, como si tener gobierno fuera poco más o menos que tener a papá Noel haciéndonos regalitos constantemente.
No dudo del talante de nuestros nuevos Diplomáticos/mediadores internacionales, de hecho creo que el que hoy nos “enorgullece” en Venezuela lo inventó en política, para desesperación de quienes sufríamos sus políticas del hundimiento.
En el descuento, como ocurre en el fútbol, se recurre al pelotazo. Cuando el tiempo aprieta se abandona la filigrana y el toque y se opta por el juego directo. Eso es lo que hizo ayer Albert Rivera al proponer a un independiente como presidente del Gobierno ante la falta de acuerdo entre los partidos y la inexorable repetición de elecciones. De ocurrencia en ocurrencia.
Mi generación creció con una serie de mitos en televisión. Entre ellos, estaban si el campo de Oliver y Benji tenía final o hasta dónde llegaría el conejo de Duracell, pero quizás uno de los grandes mitos televisivos fue el de la niña con la mermelada, su amiguito el perro y Ricky Martin encerrado en el armario para dar el sorpresón.